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sábado, 21 de mayo de 2016

Defendamos la Universidad Pública de esta Plutocracia

Por: Abraham José (*): Por estos días cunde un entretenimiento, muy difundido en las redes sociales, el cual consiste en propinarle calificativos supuestamente ingeniosos a la actual administración del Gobierno Nacional. Por ejemplo, circulan por ahí neologismos argentinísimos tales como “chetocracia” o “ceocracia”, como sinónimos de la formal y correcta (pero no tan descriptiva) acepción académica: “plutocracia” (los ricos gobernando, administrando, el Estado).
El hecho concreto, más allá de algunos zonzos divertimentos, es que a fines de noviembre de 2015 la mayoría popular, a través de una elección completamente libre y transparente le concedió el supremo derecho, de administrar nuestro Estado Nacional, a un grupo de personas adineradas. Luego, en legítimo uso de los atributos de gobierno, otorgados por la ciudadanía, los funcionarios se dieron a la tarea de poner en práctica sus ideas (es decir, las de ellos mismos) las cuales provienen, obviamente, de sus profundos ideales y contundentes principios ideológicos.
También es un hecho indiscutible que los individuos ricos consideran que la Economía “es una rama de las ciencias naturales” y por lo tanto ellos son “naturalmente” conservadores (de sus privilegios). Por tanto, no debería sorprender a nadie que los funcionarios estén administrando el Estado (que vale recordar, somos todos, el pueblo) mediante la aplicación de Políticas Públicas en consonancia con el sistema de pensamientos propio a la posición que los mismos ocupan en la meritocrática escala social vigente. O sea, la particular visión que ellos tienen acerca de la Economía Pública, la Salud Pública, la Seguridad Pública, la Educación Pública, etc., se traduce en las medidas de acción concretas y sus consecuencias, que todos, literalmente, padecemos a diario.

“¿Qué es eso de andar creando Universidades por todos lados?”, se preguntaba retóricamente nuestro actual Presidente durante la campaña pasada. Convengamos que de nada sirve ahora recriminar a propios y extraños. Quienes (ingenuamente o no) creyeron que se trataba de una mera frase, para rellenar un discurso de ocasión, tan limitado como despreciativo, comprenden hoy que, muy por el contrario ese pensamiento es la guía principal de la Política Nacional actual aplicada a (o asestada contra) la Universidad Pública de la cual nosotros formamos parte.

Esta idea central constituye cabalmente el núcleo de los argumentos originados en las huestes (ahora ceocráticamente nominadas “think thanks”) del Gobierno Nacional y luego propalados sin descanso por la insidiosa cadena nacional de medios privados oficialistas (o sea, casi todos) para denostar a la Educación Pública en general, y para agredir y desprestigiar a la Universidad Pública en particular.

Señores votantes macristas pobres (no hay aquí olvido de comas) los ciudadanos debemos convencernos de las siguientes evidentes verdades: los que se dicen “trabajadores universitarios” son vagos e incompetentes que malgastan el dinero público; las unidades académicas son verdaderos aguantaderos de la política; aulas, laboratorios y oficinas son antros donde incompetentes “docentes” medran usufructuando oscuros cargos, donde se amontonan ñoquis ineficientes llamados “no docentes” y “alumnos” que más tarde o más temprano abandonarán los estudios; el sistema universitario público es ineficaz, ineficiente y es inútil destinarle recursos ó mantenerlo subsidiado; y así siguiendo, una larga lista…

Sí, están aquí de vuelta y otra vez amenazantes. Son las mismas viejas frases hechas que en el pasado ya hemos escuchado y que siempre los medios masivos instalan en la sociedad como verdades indiscutidas. Los argentinos mayores (algunos, creo) ya hemos aprendido a no subestimar, ni a las medidas de acción adoptadas, ni a las personas que toman tales decisiones, pues ambas tienen profunda capacidad de daño. Porque siempre detrás de las palabras hay personas que toman acciones. Sin embargo, esta vez el discurso y el relato (porque todos los gobiernos tienen un discurso y un relato) poseen una mayor dosis de perversidad (directamente proporcional a la insensibilidad “natural” del actual grupo dirigente) porque el enemigo nos está convenciendo de que realmente nos merecemos un castigo ejemplar.

Trabajan inoculando su ponzoña sin pausa para convencernos que esta flagelación purificadora de calidad es inevitable y que cualquier oposición a las nuevas medidas de sanación impartidas será interpretada de inmediato como la aceptación de las corruptelas de la administración precedente. Como si para reaccionar ante el actual atropello fuese necesario adscribir al gobierno anterior. Pero amigo, la verdad es muy simple: esa etapa ya fue, es pasado, y no hace falta ser m, k ó s para reaccionar ante nuestros derechos amenazados.

En los últimos meses una realidad desbordante comenzó a recorrer como una corriente eléctrica el cuerpo social argentino. Se trata de la reacción ante esa perversa manera de gestionar que el macrismo sonriente tan bien sabe aplicar: no cuestiono tu existencia, pero te quito los recursos para que puedas existir. El disparador fue el presupuesto universitario insuficiente ya que los fondos para el funcionamiento de las universidades fueron aprobados el año pasado, pero hoy debido a la devaluación monetaria y la inflación, quedaron totalmente desfasados. Además, los aumentos de los servicios de electricidad y de gas, así como el ninguneo y la reticencia del Gobierno Nacional para discutir un ajuste salarial acorde al momento actual de la economía, terminaron impulsando las múltiples convocatorias de protesta, planes de lucha, paros activos, clases públicas dictadas en las calles, etc. en las cuales participaron (y seguirán participando) docentes, investigadores, alumnos y no docentes, en defensa de los derechos que pretenden ser avasallados.

Se trata justamente de eso: el derecho a acceder al conocimiento, el derecho a trabajar, el derecho a mejorar en el trabajo y en la vida. Para tomar parte y ser protagonistas de la defensa inexcusable de la Universidad Pública (que sostenemos con nuestros impuestos, pues sepan señores: el sistema de enseñanza pública no es gratuito) debemos actuar inteligentemente: informarnos, escuchar, leer, reflexionar y discutir críticamente, pero entre nosotros, los verdaderos actores de la vida universitaria. Nunca vamos a convencer de nada a ninguno de ellos (hoy en el gobierno del Estado Nacional) porque este debate nunca les interesó y ni siquiera quieren participar de él.

Debemos armarnos de racionalidad, proveernos de firmes argumentos para desarmar esas viejas frases hechas con las que hoy nuevamente nos atacan y así fortalecer nuestra propia interpretación de la realidad. En este preciso momento histórico tal vez algunos de nosotros mismos ya comenzó a convencerse que debe ser verdad nomás lo que todo el día repite la tele (donde habitan los inteligentes, limpios y eficientes). O quizá algunos de nosotros ya empezó a encontrarle justificación a las medidas adoptadas, ésas que ponen en riesgo nuestra propia existencia, solamente porque son explicadas al aire libre, por pulcros funcionarios, cancheros, sonrientes e informales (los chicos sin corbata, ¿viste?), pero absolutamente ignorantes de la educación pública y de la vida universitaria.

Para defender a la Universidad Pública y a nosotros mismos, tenemos que prepararnos, todavía quedan por delante amargos tres años y medio de la actual administración del Gobierno Nacional.


(*) Secretario de Ciencia, Tecnología y Posgrados de la Facultad Regional Río Grande.

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