Carlos García: "Ver un país cambiado me motivó a volver del exilio" | Portal La TDF

Carlos García: "Ver un país cambiado me motivó a volver del exilio"

A 37 años del último golpe militar, el ex detenido y torturado Carlos García recuerda su cautiverio y su fuga del centro clandestino de detención Mansión Seré. El ex exiliado dijo a Sala de Prensa que ver un país cambiado lo motivó a volver a la Argentina y retomar su militancia. Fuga de película.
Carlos García es profundamente argentino. Hace sólo un año que volvió luego de 35 vividos en el exilio español. Dejó el país con 20 años y dice que, cuando se fue sin opción de quedarse, sintió una profunda tristeza, que el amor por la Argentina nunca se perdió y que hoy está tratando de recuperar algo del tiempo perdido.
Está contento porque siente el aire de cambio. Asegura que puede volver a pensar en la militancia, en el trabajo social que le fue impedido por el gobierno de facto, que un día como hoy pero de 1976, comenzaba sus años de horror . Esa dictadura militar, encabezada por los jefes de las Fuerzas Armadas, Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti, fue la que le “cortó la vida”.

“Este es un Estado diferente al que nos impusieron en aquella época. Este es un Estado nuestro, más del pueblo”, dice Carlos en una entrevista que concedió a Sala de Prensa.

“En Buenos Aires hay muchas cosas que siguen siendo iguales y han cambiado muchísimas otras. El hecho que desde el 2003 hasta ahora la gente haya vuelto a militar y tenga compromiso, para mí es un cambio bueno.Yo estoy tratando recuperar el tiempo perdido, muchas vivencias”, asegura, nostálgico.

Carlos se hizo famoso gracias a una película. “Crónica de una fuga”, de Adrián Caetano, relata el arriesgado escape de cuatro jóvenes detenidos ilegalmente en 1977, en el centro clandestino al mando de la Fuerza Aérea, “Mansión Seré”, ubicado en Castelar, provincia de Buenos Aires.

Los fugados Guillermo Fernández, Claudio Tamburrini, Daniel Russomano y Carlos García, fueron recordados este último viernes por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que encabezó un acto en el centro clandestino en el que estuvieron detenidos. La primera mandataria inauguró en la Mansión Seré, ahora convertido en un espacio para la memoria y la cultura, un centro de investigación.

En su discurso, la Presidenta mencionó a Carlos, que estaba allí presente, y recordó la fuga que pudo llevar adelante con sus tres compañeros de celda en 1978, luego de cinco meses y medio de cautiverio.

Dice que la película sirve como disparador de charlas en colegios y universidades, como material de concienciación de los jóvenes. “Ver todo esto, los cambios del país, me motivó muchísimo para volver del exilio, querer participar y usar mi caso para dar ejemplo a los pibes que no vivieron nuestra época y contarles lo que fue una parte de la historia de nuestro país. La tienen que recordar para defender las conquistas que se han logrado y valorar todo lo que tenemos”, asegura.

Pasajes de la entrevista

-¿Luego de cuántos años de exilio volviste a la Argentina?
-Volví hace un año, luego de estar 35 años exiliado. Estuve exiliado hasta que vino la democracia. Después dejás de estar exiliado, pero como ya tenés una vida hecha allá la continuás hasta que llegó el momento de tomar una decisión que fue la de volver.

-¿Qué es lo que te motivó a volver?
-Influyeron muchas cosas: primero la familia y después el momento político que se estaba viviendo acá, que estaba participativo para mí, para mi forma de pensar. Se retomaban muchas ideas y conceptos de la época nuestra, que para mí fue una cosa inconclusa. A mí me cortaron la vida a partir del secuestro y la desaparición y el exilio forzoso. Ver todo esto, los cambios del país, me motivó muchísimo para volver del exilio, querer participar y usar mi caso para dar ejemplo a los pibes que no vivieron nuestra época y contarles lo que fue una parte de la historia de nuestro país. La tienen que recordar para defender las conquistas que se han logrado y valorar todo lo que tenemos.

-¿Retomaste la militancia?
-Sí. Presento la película en escuelas secundarias o en universidades. Sirve de disparador para organizar charlas y es una forma de trabajar lo que yo quería, hacer un trabajo social sobre los derechos humanos. Estoy militando en la Asociación de ex Presos Políticos y a parte estamos tratando de implementar un proyecto de una universidad multicultural. Trabajamos con los pueblos originarios, empezamos esta semana a dar clases en varios barrios humildes y villas de Rosario, con la participación de gente humilde que quiere saber, conocer y progresar. Estamos tratando de hacer una participación con las clases más bajas y estamos buscando apoyo de diferentes universidades. Vamos a empezar a hablar con la universidad de Avellaneda, de Lanús y Morón. Lo que buscamos es la inclusión de la gente. -¿Cómo veías desde España a la Argentina de estos últimos años? -Me llamaban la atención los logros de este gobierno en educación, porque desde el 2003 hasta hoy se han creado más de 1.200 escuelas y nueve universidades. Una gran parte del presupuesto va destinado a la educación y esto quiere decir mucho, porque la mayoría de los gobiernos que hemos tenido no le han destinado nada a la educación porque consideraban que no es bueno que la gente esté educada, que sepa y que piense. Hace un año que estoy estudiando psicología social con un compañero que también estuvo en el exilio, en Suecia. Hemos venido con la idea de la universidad multicultural y estamos conectando con las poblaciones de los pueblos originarios para darles participación a ellos.

-¿Cómo ves al Estado hoy, con relación al Estado de hace 37 años atrás?
-Este es un Estado diferente al que nos impusieron en aquella época. Este es un Estado más nuestro, más del pueblo. En Buenos Aires hay muchas cosas que siguen siendo iguales y han cambiado muchísimas otras. El hecho que desde el 2003 hasta ahora la gente haya vuelto a militar y tenga compromiso, para mí es un cambio bastante bueno, que me dio ganas de participar. Hay mucho cambio. Yo estoy tratando recuperar el tiempo perdido, muchas vivencias.

-¿Cómo fue vivir en el exilio?
-Me cortaron la militancia. Me cortaron la vida. Había estado estudiando, lo había dejado por la militancia y cuando quise retomar no pude. Me cortaron la tarea social, los lazos con mi familia. El exilio fue muy duro. Te tenés que readaptar de nuevo aunque sea un país de habla castellana y yo tenía gran parte de mi familia allá. Hay que incorporar hábitos nuevos, amigos nuevos, sitios nuevos, comidas nuevas, costumbres nuevas. Me pasé 35 años en el exilio, pero creo que nunca me terminé de habituar. Siempre te recorre esa nostalgia de querer estar en tu país, es un amor que uno tiene por su país, que es difícil de olvidar.

-¿En que espacios militaste?
-En la época de estudiante secundario militaba en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Teníamos una labor con el colegio, con la comunidad educativa y el centro de estudiantes. La comunidad educativa la formábamos los alumnos, los padres, los profesores, el barrio. Fui a una escuela a la que le estamos organizando un homenaje, porque hay siete compañeros desaparecidos. Está en el barrio de Boedo se llama Instituto San Bartolomé. En la época de la militancia era muy conocido. Era una escuela solo de varones. El trabajo que hacíamos era con el barrio; hacíamos trabajo social en Ingeniero Bunge, en alguna villa en San Martín, en alguna villa que está detrás de la cancha de Huracán. Teníamos un grupo de teatro. Repartíamos medicinas, acondicionábamos sitios, refaccionábamos casas. Después de que dejé la escuela secundaria empecé a militar en la JP de Boedo y también hacíamos trabajos barriales sociales.

-¿Venís de una familia que militaba?
-No. Se puede decir que en esto soy autodidacta, que me formé yo solo. Creo que la escuela tuvo mucho que ver. Teníamos como materia religión, porque era una escuela religiosa, pero no era una religión al uso, porque de hecho era la época de los curas del Tercer Mundo, de la Teología de la Liberación. Lo que me hizo renacer en la militancia política fue un profesor de historia que teníamos en la escuela. Hacíamos un revisionismo de la historia argentina y ya no empezó a ser lo mismo la historia que veníamos aprendiendo desde la escuela primaria a como nos la contaba este profesor. Empezábamos a ver cosas distintas y a cuestionar muchas cosas. Empezó a despertar mi conciencia social.

-Decías que luego del colegio continuaste militando...
-Sí, luego empecé a militar en la JP. Pero tuve que migrar, tuve ayuda de la embajada española, que fue la que me hizo el pasaporte.Me dio la oportunidad de refugiarme en la embajada, que en esa época estaba llena de gente y no había fecha de salida. Yo pude salir por Uruguay. Estuve una semana en Montevideo hasta que conseguí un vuelo. Al día siguiente a llegar a Montevideo había un vuelo a España que pasaba por Buenos Aires y había que pasar dos horas en el aeropuerto de Ezeiza y evidentemente yo no estaba dispuesto a hacerlo y más sabiendo que a mí me había agarrado la Fuerza Aérea y que era la que controlaba el aeropuerto. Tuve que esperar una semana hasta que pude conseguir otro vuelo, porque en aquella época no había todos los días como ahora.

-¿Cómo sobrellevas lo que te pasó?
-Para mí todo esto que estoy haciendo, las charlas y los encuentros, giran sobre el mismo tema y es terapéutico porque me ayuda a compensar un poco lo que fue. Evidentemente hay una parte que no se compensa que es la falta de los compañeros que no están. A veces causa un poco de dolor el hecho de preguntarse por qué ellos no están y yo sí. Uno se siente un poco culpable. En esto también me están ayudando en el Centro Ulloa (de asistencia psicológica a las víctimas del terrorismo de Estado) que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, para llevarlo y superarlo. Cada dos lunes, además de tener la terapia personal, tenemos charlas con gente que está más o menos en la misma que yo o hijos de víctimas, hermanos. Por lo general es un planteo común, una charla común. Me doy cuenta de que muchos han sentido lo mismo que yo.

-¿La película “Crónica de una fuga” refleja lo que te sucedió?
-Yo no estoy de acuerdo con muchos pasajes de la película, pero si refleja lo que pasó. Pasajes puntuales de la película no son así, porque esta es la forma en la que la cuenta una persona, así que es un punto de vista. Después está la parte de la licencia cinematográfica que se da el director para ser más o menos comercial y llevadera la película. Pero como disparador la película sirve, la estuve usando en muchos barrios y escuelas para que se de la charla, el debate.

El calvario y la fuga

Noche del 4 de octubre de 1977. Carlos García está en la clandestinidad. Un compañero de militancia, muy cercano, cae en manos de las Fuerzas Armadas. Sabe que en cualquier momento van a buscarlo. Se está refugiando en la casa de un tío, en el partido bonaerense de Hurlingham. Hace meses que no ve a su familia. Ese 4 de octubre va a visitarlos.

“Yo vivía en un sitio muy céntrico, en Callao y Santa Fe. Mi viejo era encargado de un edificio. Habíamos tenido muchas reuniones allí (de militancia). Para borrar todo eso de las cabezas de los compañeros, por los momentos que estábamos viviendo, se me ocurrió decir un día que me había mudado de casa, por si alguno caía se olvidara de mí. Cayó un compañero, pensó en mí para ganar tiempo. Pensó que me iban a ir a buscar y no me iban encontrar. Tiró el dato falso y dio la casualidad de que yo estaba”, cuenta Carlos.
Tenía medidas de seguridad pensadas. Cada vez que llegaba a un lugar nuevo se armaba un plan de escape. Pero ese día estaba solo con su hermana. En seguida pensó que podían tomar represalias contra ella si no lo encontraban.

“Llaman a la puerta, miro por la mirilla y veo que me están apuntando. Dije, 'ya está'. Abro la puerta, me dicen que eran de la policía, cosa que yo no creía, y entraron más de 10 personas de civil con todo tipo de armas. Empezaron a revolver todo en casa. Después me enteré de que habían robado muchas cosas, joyas, dinero. Yo tenía algún dólar porque pensaba ir a España para conocer a mi abuela. También, robaron algún libro, no 'comprometido'. Un libro 'comprometido' era, por ejemplo, uno de (Arturo) Jauretche, de (Juan) Perón, de (Karl) Marx. Me quedé con dos libros de Erich Fromm, que encontraron y para ellos también eran libros subversivos”, dice.

Ni bien llegaron los “policías de civil” Carlos fue esposado con las manos detrás de la espalda. Le vendaron los ojos. “Mis padres en aquel momento estaban en un velorio. Llegaron con todo el lío ahí. Mi vieja gritando. Pero solo me llevaron a mi. Me sacaron a las 9.30 de la noche en pleno centro. En aquella época había dos cines importantes ahí, el Capitol y el Grand Splendid. En aquella hora supongo que habría mucha gente por ahí. Me metieron en la parte de atrás de un coche. Mis viejos preguntaron que pasaba y les dijeron que me llevaban por averiguación de antecedentes y que en 48 horas iba a estar en libertad. Ellos ya sabían que no. Empezaron moverse e hicieron habeas corpus”, relata.

Lo llevaron directamente a la Mansión Seré, en Castelar. Carlos había ido una sola vez en su vida a esa localidad, a la casa de un amigo. “Después con el tiempo, estando en el sitio, sabíamos donde estábamos porque a mí y algún que otro compañero la guardia nos sacaba para atender a los demás compañeros que estaban secuestrados, darles de comer, sacarlos al baño. Empezamos a ver los movimientos, donde estábamos más o menos. Guillermo era de Morón y dedujimos en dónde estábamos y eso nos facilitó la fuga”, dice.

Según Carlos, la primera noche fue tremenda. “No sabía si estaba viviendo algo real, estaba muy perdido muy confundido. A parte ni bien llegamos, nos llevaban a una habitación en donde nos hacían desnudar; te estaqueban a una cama; nos echaban agua encima; nos ataban un polo en una pierna y otro polo en la otra y después nos empezaban a dar con la picana".

Los días pasaron en el centro clandestino controlado por la Fuerza Aérea. Carlos, Guillermo, Daniel y Claudio compartían una habitación. “Hubo momentos en los que nos llegábamos a reír entre nosotros para darnos ánimo, para levantarnos la moral. De los que estaban en la habitación, a Guillermo lo conocía”, dice.

Carlos le pudo ver la cara a todos sus captores. Eso le permitió reconocerlos, más de 30 años después, en el juzgado federal a cargo de Daniel Rafecas, que tramitó la causa que en junio comenzará su debate en un tribunal oral.

También, recuerda haber visto a algún cura. “Yo vi una sotana. Lo vi en el momento de la tortura. Me llamaba la atención que cuando me estaban torturando de tanto en tanto paraban y con un estetoscopio nos controlaban el corazón. En una de esas vi una sotana y me llamó muchísimo la atención. Era creyente, pero estaba mucho con la Teología de la Liberación. Ellos se refugiaban en que estaban bendecidos por Dios, que estaban haciendo algo justo. Nos hacían rezar continuamente”, relata.

Antes de planificar la fuga, ya se habían escapado otros detenidos. Por eso, los mantenían desnudos y los habían rapado a cero. “Nosotros éramos los veteranos. Estuve cinco meses y medio. Veíamos que los casos se resolvían entre un mes y dos meses. Nos dimos cuenta que en cualquier momento nos llevaban y adiós. Los miércoles había traslados. No teníamos conocimiento de los vuelos de la muerte. Creíamos que nos iban a sacar, a fusilarnos y y tirarnos en un pozo”, dice.

Intentaron fugarse una vez. “Habíamos planificado con Guillermo pegarle un planchazo a uno de los guardias, esperar al otro, recuperar armas, liberar a la gente e irnos con el coche. Yo era el encargado de pegarle el planchazo y no pude. Al día de hoy fue bueno, porque hubiera sido una masacre. Estábamos muy debilitados físicamente, muy delgados. El hecho de que se hubiera producido una fuga masiva no se cual es la repercusión que hubiera tenido”.

Una noche, los cuatro compañeros de habitación decidieron escaparse por una ventana. Aterrorizados y decididos a no morir salieron de las inmediaciones de la Mansión Seré. No hubo represalias. “De la forma que nos fuimos no pasó nada. Sacamos varias conclusiones con Guillermo. Primero porque había competencia entre las tres armas. El hecho de que se le hubieran escapado a la Fuerza Aérea significaba un deshonor y una vergüenza tremenda. Después, que estábamos a meses del Mundial y ya había prensa internacional y ya en el exterior se venía propagando de lo que pasaba. Los periodistas que estaban acá, estaban atentos a cualquier dato. El único que sufrió una represalia fue Russomano porque lo volvieron a agarrar, por una confidencia de su hermana a la pareja que tenían, que era un policía”, asegura.

Con la ayuda de su familia logró escapar a Uruguay y de allí, a España. Conoció a su abuela, primos y tíos. Estuvo 35 años extrañando la Argentina: “Me encontré con algún compañero en el extranjero pero no hubo más militancia hasta este cambio en el país. Ahí estuve prendido yo con la gente de Argentinos para la Victoria, Provincia 25 y 678 Barcelona”.

Ahora, espera justicia. “La reparación que quiero es la justicia y no por lo que me toca a mí. Que esos tipos, que en el ese momento les sonreía la vida, que paguen por los compañeros que no están”, dice.

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