Cada vez que había que darle tratamiento parlamentario a alguna cuestión en la que la oposición no estaba de acuerdo, el diputado Ernesto Sanmartino y otros solían faltar a las sesiones del Congreso, en una actitud de cobardía hasta entonces poco consustanciable con los “caballerosos” radicales. Es que en aquellos tiempos no eran usuales esas chicanas que hoy son comidilla cotidiana y parte del folclore legislativo. Pues con la cultura participativa de democracia popular que se adquirió durante el peronismo, el elector podía interpretar esa falta de compromiso en una discusión como una verdadera traición a su voto o como poca afición al trabajo para lo que el pueblo había puesto en su banca al susodicho.Seguir Leyendo..
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