
A la 1:00 a.m. de ese día tres jóvenes -Luis Pinasco, Guillermo Silva y Julio Víctor Martínez- vieron como dos automóviles estacionaban frente a la iglesia de San Patricio. Martínez era hijo de un militar y pensó que se trataba de un atentado contra su padre; fue a la Comisaría 37 para radicar la denuncia. En unos instantes llegó un móvil policial y el oficial Miguel Ángel Romano habló con los sujetos que estaban en los autos sospechosos. A las 2 de la mañana Silva y Pinasco vieron como un grupo de personas con armas largas salían de los dudosos vehículos y entraban al templo.
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