La necesidad de informarse y el placer impulsan al 90% de los argentinos a dedicar al menos un cuarto de hora a leer | Portal La TDF

La necesidad de informarse y el placer impulsan al 90% de los argentinos a dedicar al menos un cuarto de hora a leer

Al desagregar la encuesta confeccionada por la Universidad de Tres de Febrero, junto con el Consejo Nacional de Lectura y el Sistema de Información Cultural de Argentina, surge que 96% de los argentinos lee algo y que 90% al menos dedica un cuarto de hora. Internet reforzó algunos formatos de papel.
Con un bajo índice de analfabetismo (del 4,06% de 2001 se bajó a menos del 2% en 2011), la lectura es algo que llevaron a cabo el 96% de los argentinos. En la actualidad, el 90% de las personas lee, como mínimo, un cuarto de hora. El 6% de los que no leen ahora lo hicieron en algún momento de sus vidas y tan sólo el 4% dice que no es ni nunca fue lector, destaca un informe preparado por Miradas al Sur sobre la estadística elaborada por la Universidad de Tres de Febrero en 2011.
La población lectora, en los últimos diez años, creció cuatro puntos porcentuales. Mientras en 2001, el 86% leía (aunque lo hiciera de vez en cuando y por más de 15 minutos), en 2011, ese grupo alcanzó el 90%. Lo mismo ocurre con la frecuencia de lectura: quienes leen todos o casi todos los días subieron seis puntos (del 47% al 53%); los que lo hacen algunos días por semana, aumentaron doce puntos (del 20% al 32%). Y disminuyeron los lectores de menos de un día por semana del 19% al 5% (Ver cuadro Cuántos leen y con qué frecuencia).

Los formatos preferidos de lectura determinan el aluvión tecnológico de los últimos años, motivo por el cual, en la medición de 2001 se consideraba “lector digital” a quienes leían “materiales extraídos de la computadora” (provenientes de internet, diskettes, discos rígidos, e-mail, enciclopedias virtuales, chat, libros en soporte magnético o juegos virtuales), mientras que en 2011 se consideró así a quienes leen “al menos 10 minutos seguidos, textos en la computadora”.

Dicho esto, los lectores digitales de diarios crecieron del 78% de 2001 al 80% en 2011. Algo similar ocurre con los lectores de libros, que se incrementaron en cuatro puntos porcentuales en la década (del 55% al 59%). Los de revistas, en cambio, bajaron del 65% al 60%. Sin embargo, los lectores digitales en su totalidad (calculados aquellos que leen por más de diez minutos de la pantalla de la PC) se duplicaron del 21% al 44%.

En cuanto a los modos en que el diario llega a los lectores, vale otra aclaración, ya que en 2001, la lectura del diario por internet era inexistente. Lo mismo ocurre con la recepción de diarios gratis en el transporte, un ítem que para la encuesta 2011 tuvo que dividirse en “quienes reciben diarios gratuitos en la vía pública” y “quienes reciben diarios gratuitos en otros sitios”.

Durante la crisis de hace diez años, el 25% de los lectores de diarios lo hacían de prestado, el 9% lo conseguía en el trabajo y el 7% lo obtenía gratuitamente en los medios de transporte. Hoy, esos porcentajes cayeron al 12%, 4% y 2%, respectivamente.
Esto indica que hay un 11% más que compra el diario que en 2001: el crecimiento fue del 59% al 70%. Mientras que en 2001, la lectura del diario en internet ni siquiera se mencionaba, ahora el 11% remite a la red como principal forma de acceso a los periódicos. Sin embargo, el 80% de los lectores de diarios afirma que, al menos un día por semana, lo compra.

En el caso de los libros, la crisis de 2001 también marcó diferencias: el 24% leía libros prestados, el 9% concurría a bibliotecas y el 6% leía los que ya tenía en la casa. En la actualidad, el préstamo se redujo al 15% y la lectura en bibliotecas o de los libros de la casa, al 2%. Las compras de libros crecieron más de veinte puntos porcentuales: del 48% de compradores en 2001, se pasó al 69% actual.

A pesar de los agoreros que señalan el fin del libro y el triunfo de la pantalla, el libro digital sigue siendo bastante marginal: sólo el 1% de los lectores menciona internet como la forma de obtenerlos.

La pantalla letrada

Uno de los aspectos que revela la encuesta es que la lectura digital y la de diarios, libros y revistas en papel se refuerzan mutuamente. Los lectores no digitales se distribuyen en un 73% para diarios, 55% para revistas y 48% libros. Los que prefieren la PC leen diarios en un 90%, revistas en un 67% y libros en un 75% (ver cuadro Lectura de diarios, libros y revistas).

Pero queda demostrado que aquellos que atraviesan el umbral de la lectura, sea a partir del papel o de la PC, tienden a leer en ambos soportes. Entre los lectores digitales, sólo un 15% lee el diario nada más que en internet, el 54% lo sigue haciendo en papel y un 21% lo lee de ambas maneras. De modo que la suma de lectores de diarios en papel y los que combinan papel y pantalla (75%) es cinco veces mayor a los lectores de diarios exclusivamente por internet (15%).

El reemplazo en los libros es nulo: menos del 1% de los lectores digitales lee sólo libros bajados de internet, un 7% alterna bajando libros de internet y leyéndolos en papel y el 67% lee sólo en papel.

Las edades del lector. Entre los 18 y los 60 años la cantidad de lectores es bastante similar. La población mayor de 60 años lee menos, independientemente del formato de lectura. En la lectura de diarios y revistas la caída de lectores adultos mayores disminuye cerca del 10%, mientras que en libros ronda el 20% respecto de los otros grupos. La pantalla, para esta población es casi inexistentes: 8%.
Es que la lectura en PC parece patrimonio de la juventud. Son ellos que más utilizan este medio: 73%. El grupo siguiente, de 26 a 40 años, disminuye la lectura digital al 62%. Y entre los de 41 a 60 años al 41%.

Plantea la encuesta que la lectura sistemática del diario es un hábito en lento desuso. La tasa de población que lee el diario entre cinco y siete días, declina de generación en generación. Mientras que lo hace el 33% de la población entre 41 y 60 años, baja a 30% entre el segmento de 26 a 40 años, y a 23% entre los menores de 25. La frecuencia de lectura de libros es levemente mayor entre los 26 y los 40 años: el 16 % de este grupo lee libros entre cinco y siete días por semana, mientras que en el resto leen con esa frecuencia entre el 11% y 12%.

El 27% de los menores de 26 años lee de la pantalla con una frecuencia semanal y el 41% lo hace entre cinco y siete días. Este hábito baja en los grupos de mayor edad: hasta el 31% entre los 26 y 40 años y al 19% entre 41 y 60.
Las dificultades económicas y de salud también son un índice tenido en cuenta. El 47% de la población mayor de 60 años que lee menos aduce problemas económicos y el 51% menciona problemas de vista. Este último problema también aqueja en un 35% al grupo de 41 a 60 años.

La lectura de la clase. En los niveles socioeconómicos medios y altos, la lectura es casi universal: 96% y 99%. En el nivel más bajo, disminuye al 83%, siendo igualmente alta y creciendo siete puntos porcentuales con respecto al 76% de 2001.
Con relación a los diarios, la diferencia de lectores por condición socioeconómica es muy marcada: 92% entre los altos, 83% en los medios y 74% en los bajos En cambio, casi no hay diferencia en la lectura de revistas entre sectores medios y altos, 63% y 64%, y apenas cae entre los más pobres: 58%.

El nivel socioeconómico alto tiene sólo 2% más de lectores de libros que los sectores medios, pero 28% de diferencia con los más bajos. Mientras que la lectura en pantalla es importante en los sectores medios (63%) y altos (77%) y muy poco habitual en el sector bajo (16%).

Otro de los aspectos sensible al novel socioeconómico de los grupos es la frecuencia en la lectura del diario. El 44% del nivel superior lee el diario casi todos los días y el 46% entre uno y cuatro días por semana; en el nivel medio, esta frecuencia es del 34% y 42%, mientras que es entre el 20% y 47% en el nivel bajo.

En cuanto a la lectura de libros, la encuesta muestra que, superado el umbral económico de la clase media, la lectura de libros deja de depender del dinero. En el nivel más bajo la lectura cae poco entre los que leen todos los días y un poco más en los lectores menos frecuentes.

La lectura en pantalla, por su parte, alcanza al 29% del nivel alto que realiza esta operación entre uno y cuatro días por semana, mientras que el 45% lo hace casi a diario. En los sectores medios lo hace el 26 y el 32%, respectivamente, y en el nivel bajo sólo lo realiza el 5% casi todos los días y el 8% entre uno y cuatro días a la semana.
Al igual que en el caso de los adultos mayores, en el nivel social más bajo los problemas de vista y monetarios también tienen un fuerte impacto en la disminución de la lectura de libros. El problema visual afecta al 41% de las personas de nivel social bajo (leen menos que antes) y al 31% (directamente, no leen). A medida que la encuesta sube de nivel socioeconómico, la visión deja de ser un problema para la lectura de libros, afectando al 23% de los que leen menos y al 16% de los que no leen, en la clase media. En la clase alta, las menciones a la vista descienden al 12% y al 8%, respectivamente.
Lo mismo ocurre con los problemas económicos: el motivo de la disminución de la lectura de libros en el nivel social más bajo llega al 40% y la no lectura al 33%. En el nivel medio, respectivamente, al 28% y al 14%. En la clase alta, al 16% y al 11% (ver cuadro Cuántos lectores hay).

Razones para leer y no leer
Entre los entrevistados que se reconocen lectores, el 76% dice que lo hace por la necesidad de estar informado y el 47% por el placer de la lectura. Luego se reconoce como estímulo las ganas de aprender cosas nuevas con un 36% y la costumbre de hacerlo con un 25%. Resulta un dato más que llamativo que sólo el 20% menciona leer por motivos de estudio y el 15% por cuestiones laborales.

En el caso de los libros, los lectores afirman que los leen por placer en un 84%. Es importante, además, la mención a “aprender cosas nuevas” y a “ampliar la cultura general”, que llegan al 70%. Por último, un 44% admite leer por costumbre, un 35% por razones de estudio y un 29% por trabajo.

En cuanto a la lectura de los diarios, el 94% lo hace para estar informado, mientras que un 20% lo lee por placer y un 14% por costumbre (ver cuadro Motivos del hábito de la lectura).

Entre quienes prefieren no leer diarios, revistas o libros, se rastrearon los motivos de la decisión. La mayoría la alcanzó el desinterés en el hábito, aunque también se mencionó significativamente a las dificultades económicas, dato más acentuado entre quienes no leen revistas: 38%. Los no lectores de diarios y libros adujeron la cuestión económica en idéntica proporción: un 26%. Los problemas de salud para leer (específicamente, de visión) fueron también un motivo muy señalado por los tres grupos no lectores: con mayor énfasis en el caso de los de libros (25%), frente a un 13% de no lectores de diarios y revistas.

La falta de credibilidad y la depresión ante las noticias fueron mencionadas por cerca del 20% para explicar la no lectura de diarios y revistas. Un 35% señaló que no lee por falta de tiempo o porque ya no estudia (ver cuadro Motivos de no lectura).

En cuanto a la categorización de incentivos a la lectura que puedan revertir algunos hábitos, los encuestados aportaron varias apreciaciones. El principal incentivo de la lectura fue señalado como especialmente importante para los lectores que dicen leer menos que en otros momentos. El tiempo libre como incentivo a la lectura se marcó en el 62%.
Otro de las soluciones planteadas fue el abaratamiento de libros. La mención es más fuerte entre quienes leen menos que antes (35%) que entre quienes no leen actualmente (26%). La falta de tranquilidad para concentrarse trepó al 26% y un 22% mencionó solucionar problemas de la vista. Un alto porcentaje desconoce las causas que lo ayudarían a leer más: 30%.

Que sí y qué no

Más de la mitad de los lectores de diarios manifiesta interés por todos o casi todos los contenidos, el 22% lo hace por la sección deportiva y el 19% por los policiales. Sólo el 16% muestra interés por la política nacional. Y los que hacen zapping lector, alcanzan el 11%.

En el caso de las revistas, un 32% de los lectores prefiere las de información general, un 20% las de espectáculos, un 18% las femeninas y un 16% las de moda, cocina y manualidades. Para cerrar el grupo temático de revistas más leídas, las deportivas alcanzan el 12% de menciones (ver cuadro Lo más leído en diarios y revistas).
Los lectores de libros, prefieren los cuentos y las novelas (entre el 55% y el 60%) y en menor medida los textos escolares y las biografías (entre el 42% y el 55%). Poesía, historietas, textos científicos y ensayos tienen menos aceptación (ver cuadro Lo más leído en libros).

Por su parte, para terminar, los usuarios de internet indican como lecturas en pantalla más importantes el correo electrónico (74% de ellos se conecta para leer mails), los diarios y noticias (61%) y las redes sociales (42% frecuentemente y 17% de vez en cuando). Los libros, revistas y textos laborales muestran bajos índices de lectura. Los libros son leídos frecuentemente por el 11% y de vez en cuando por el 23%, mientras que las revistas se leen entre el 8% y el 24%, respectivamente.

La encuesta fue realizada entre octubre y noviembre de 2011 por la Universidad Nacional de Tres de Febrero a 3.568 casos efectivos residentes en localidades de más de 30.000 habitantes de todo el país. Y fue comparada en algunos casos con la misma encuesta realizada en 2001.
Las letras quieren saber adónde entran

Desde el estallido sociabilizador de textos que produjo la imprenta moderna hacia 1440, la pregunta por el lector recorrió un extenso camino de suposiciones.

Recién a partir de la segunda mitad del siglo XX, la Historia de la lectura fue tomada como materia de investigación y los rumbos parecieron tomar cierto fundamento tanto sobre lo leído en el pasado como en la búsqueda de las distintas formas de apropiación y representación de los textos en el presente y hacia el futuro.

Los trabajos de Pierre Bourdieu, Roger Chartier, Guglielmo Cavallo y Robert Darnton, entre otros, pusieron blanco sobre negro en el tema, aunque con un clarísimo concepto eurocentrista.

La investigación, en la Argentina, tuvo pocas aunque valiosas experiencias.

Allí están, por ejemplo, los trabajos realizados por Leandro de Sagastizábal y los llevados a cabo por el equipo interdisciplinario dirigido por José Luis de Diego.

Ahora, el Consejo Nacional de Lectura y el Sistema de Información Cultural de Argentina (Sinca) llevaron a cabo una monumental y esperada encuesta sobre la población para obtener los datos necesarios que permitan discernir qué, por qué y para qué leemos o no leemos los argentinos.

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