Buenos Salarios y costos bajos, 261 Uruguayos viven y prosperan en Tierra Del Fuego | Portal La TDF

Buenos Salarios y costos bajos, 261 Uruguayos viven y prosperan en Tierra Del Fuego

"Uruguayos en el fin del mundo. Entre bellos paisajes, intenso frío, buenos salarios y costos bajos, 261 compatriotas viven y prosperan en Tierra Del Fuego", así comienza el artículo del Diario El País de Uruguay.
Artículo completo: Si hay que empezar de nuevo, que sea en el fin del mundo", pensó Helen Silva y dejó Salto para probar suerte a más de 3.500 kilómetros de distancia, en Ushuaia. La posibilidad de crecimiento personal a base de esfuerzo explica que ella forme parte de la colonia de 261 uruguayos que viven en Tierra del Fuego, la provincia argentina en el extremo sur del continente.
Allí, los magníficos paisajes a menudo hacen olvidar las temperaturas bajo cero en invierno y los escasos 10 grados promedio del verano. Las historias que recogió Domingo en Ushuaia hablan de comienzos duros y después de superación en un paraje cubierto por un halo de misterio, desde que Julio Verne lo presentara en su novela El faro del fin del mundo.

Según el último censo, en Argentina viven 116.592 uruguayos y ocupan el sexto lugar entre los residentes extranjeros por detrás de Paraguay, Bolivia, Chile, Perú e Italia. Más del 85% residen en la ciudad y en la Provincia de Buenos Aires. Lejos, en la extensa Patagonia argentina hay 2.356 uruguayos, de los cuales al menos 261 viven en la provincia de Tierra del Fuego, cuya capital Ushuaia -en lengua indígena, "bahía que mira hacia el poniente"- es la localidad urbana más austral del planeta. De allí que sea conocida como la ciudad del Fin del Mundo.

Fue en Tierra del Fuego donde el navegante Fernando de Magallanes divisó en 1520 las fogatas que los indígenas yamanas y onas encendían para protegerse del gélido clima. Es provincia recién desde 1990 (antes era un territorio dependiente del Poder Ejecutivo) y sus dominios se extienden además de la isla Grande de Tierra del Fuego a la Antártida argentina y a las Islas del Atlántico Sur, incluidas las Malvinas.

Con 0,1 habitantes por kilómetro cuadrado es el territorio con menor densidad de Argentina pero a la vez es la segunda provincia con mayor aumento poblacional en los últimos años (casi 26% entre 2001 y 2010). Los expertos lo explican por la calidad de vida y la posibilidad de crecimiento económico que ofrece una zona que posee una situación cercana al pleno empleo -el desempleo ronda 7%- y sueldos altos (el salario mínimo es de $ 7.000 pesos argentinos, unos $ 28.000 pesos uruguayos) impulsados por una economía que aprovecha la oportunidad turística de un paisaje natural único, la explotación de yacimientos hidrocarburíferos y la aplicación de políticas que permitieron el asentamiento de polos fabriles mediante beneficios impositivos (no se paga IVA ni hay tributo a las ganancias). Con el aún vigente objetivo de poblar sus confines territoriales y a causa del clima extremo, los servicios están subsidiados por el gobierno nacional y luz, gas y agua nunca superan los $ 1.400 uruguayos el bimestre.

INMIGRANTES. Son esas razones las que atrajeron a uruguayos que viven en Ushuaia o en Río Grande. Son los uruguayos del fin del mundo. Con típico acento salteño, Luis Jaques -el marido de Helen Silva- cuenta que como soldador egresado de la UTU trabajó en El Espinillar de Ancap, cercano a Villa Constitución, y tras su cierre tuvo varios trabajos que lo llevaron al sur argentino.

Una tarde de 1992 llegó a Ushuaia a trabajar en la construcción del aeropuerto. "Tuve la entrevista de mañana temprano en Buenos Aires y a la tarde estaba acá. Llegué y estaba nevando. Al segundo día me quería ir, pero me quedé porque había aceptado un acuerdo laboral que, además, era bueno", recuerda. Al año de su llegada se le unieron su esposa y sus cuatro hijos: Juan Manuel, Luis Alberto, Eliana y Bruno, que hoy tienen 32, 29, 26 y 22 años respectivamente, y que en algunos casos ya formaron sus propias familias.

"Nos abrimos camino con mucho sacrificio. Luis tenía un lugar para vivir él solo y con la venta de todos nuestros muebles en Salto apenas si nos alcanzó para un mes de alquiler. Al principio vivimos en una casilla de chapa en una ladera a más de dos kilómetros del Centro. La municipalidad nos dejaba el agua abajo en un gran tanque, se congelaba y había que partir el hielo y subirlo unos 10 metros para descongelarla y poder utilizarla. Para colmo a mi marido lo echaron a los dos meses que llegamos y si bien volvió a conseguir trabajo, recién estuvimos bien cuando yo conseguí un empleo. Fue en una inmobiliaria, tenía horario partido y como no había ómnibus me hacía caminando unos 10 kilómetros todos los días en medio de la nieve y el frío que era peor que ahora", cuenta Helen mientras en el exterior hacían unos 3ºC.

Tras ese primer empleo la situación mejoró y más tarde Helen logró avanzar por su cuenta mediante un negocio de fabricación y venta de trofeos de bronce. Después de esperar 15 años obtuvieron la casa propia en un complejo del barrio Río Pipo.

Hoy, el fruto del esfuerzo y de un amor de pareja "a prueba de todo" se puede apreciar en lo que fue un planificado regreso a Villa Constitución a finales del año pasado. Y está reflejado en lo que los hace volver "a la isla" -como se denomina a Tierra del Fuego- tan seguido como pueden para ver crecer a sus tres nietos fueguinos, Sofía, Catalina y Luciano -de 5, 4 y 1 años-; la primera es hija de Eliana, una joven pero experiente docente de inglés y locutora; y los otros dos de Luis Alberto, quien trabaja en una de las fábricas de electrónica del nuevo polo industrial.

A Marcelo Araújo el camino le fue un poco más sencillo. Llegó a Ushuaia en 2007. Vivía en La Blanqueada montevideana y lo animó la próspera experiencia de su hermano mayor, Oscar Machado, quien está en la isla desde 1990, formó una familia, tiene su casa propia gracias a un plan de viviendas estatal y hasta se nacionalizó.

Marcelo, con 32 años, está "acostumbrado a pleno" al frío. Se pasea de buzo de manga corta por la calle sin problema durante un descanso en su trabajo. Atiende la fiambrería del almacén de ramos generales "La Estancia" a escasas cuadras del pequeño apartamento que comparte con su única hija, Camila, en el barrio Malvinas.

"Me vine por trabajo. También vivió mi madre que ya se volvió a Uruguay. Estoy re adaptado, me gusta mucho Ushuaia y no me molesta el clima, no quiero volver. La vida me cambió económicamente para mejor y es una ciudad tranquila para criar a mi hija. Estar en el Fin del Mundo significa para mí ser parte de un lugar que todos quieren conocer y además te permite otro ritmo de crecimiento, se gana bien y en base a esfuerzo logré cosas antes que si estuviera en Uruguay", dice.

Uno de sus orgullos es haber logrado comprarse un auto cero kilómetro, que obligatoriamente durante todo el año lleva en sus ruedas clavos o silicona para lidiar con la nieve y el hielo en las calles. La nafta le cuesta $ 4,50 argentinos el litro (unos $ 18 uruguayos). Pero advierte que a pesar de no haber IVA y al demandar mucho flete su traslado, muchos productos de consumo, en especial las verduras, son más caros que en el resto de Argentina.

FRÍO. En Ushuaia los días tienen menos de siete horas en invierno y se extienden hasta por 17 en verano. La temperatura anual promedio es de 5ºC, con unos 10°C en verano; en épocas invernales lo común son algunos grados bajo cero. Frío, viento, nieve y hielo conforman un contexto climático hostil, aunque genera paisajes realmente mágicos y obliga a una vida de guarida calefaccionada por grandes estufas.

"El fueguino es muy reservado, muy para adentro, producto del clima. Te genera una vida de encierro. En verano el humor de la gente cambia, sale a la calle, se abre más", dice Luis. "Si no tenés auto las cosas se complican. Esperar un ómnibus que no llega en la nieve es lo peor que te puede pasar y los fines de semana de invierno directamente preferís quedarte a dormir antes que salir a algún lado. Es hermosa, pero una cosa es vivirla como turista y otra convivir con la nieve", agrega Eliana, quien preferiría que su hija Sofía se "críe al aire libre jugando con los bichitos" que la sorprendieron tanto durante sus últimas vacaciones en la costa uruguaya.

Ushuaia es para los turistas un destino más que atractivo. Encuentran maravillas naturales únicas como el canal Beagle, picos seminevados con centros ideales para deportes invernales, glaciares, grandes lagos de agua dulce rodeados de imponentes bosques y una capital tranquila, segura y plagada de historia. Por aire, tierra y mar -30% llegan en crucero- reciben unos 270.000 visitantes por año; en 2011 llegaron 1.385 uruguayos. "Cada vez veo más uruguayos, los reconozco por la cédula y me dan ganas de volver con ellos", asegura con un dejo de nostalgia Juan Manuel, el mayor de los Jaques, quien trabaja cobrando las tasas aeroportuarias y tiene un emprendimiento de cerveza casera junto a dos compañeros de trabajo cuyo impulso, espera, lo lleve de vuelta algún día a Uruguay.

Unidos o separados, la lejanía aporta siempre motivos para la nostalgia. "Lo que más se extraña es la yerba, el calor abrasador, los amigos y la música", sostienen.

Internet trae consigo no sólo las noticias uruguayas, sino también las nuevas canciones. A principios de octubre pasado, la banda No Te Va Gustar recaló en Ushuaia con localidades agotadas. Tras el concierto, Bruno, el hijo menor de los Jaques, se hizo un tatuaje en su antebrazo en el que combinó el logo de la banda, los colores de la bandera y el contorno del mapa uruguayo. Un verdadero símbolo de pertenencia para un joven que ha desarrollado casi toda su vida en Argentina.

ARTIGAS ESTÁ EN USHUAIA
La rotonda de las calles Magallanes, Onas y Elcano, cerca del centro cívico de Ushuaia, encierra la plazoleta José Gervasio Artigas. Allí está el busto del prócer más austral del continente americano. Fue inaugurado en febrero de 1999, "en reconocimiento a la comunidad uruguaya de Tierra del Fuego" y al "protector de los pueblos libres", durante la habitual recalada de embarcaciones de la Armada en sus viajes desde o hacia la base que Uruguay posee en la Antártida.

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